jueves, 21 de junio de 2012

SE BUSCA PRACTICANTE



Cinestimulante
Por Diego González Cruz

Colombia es un país de profesionales fracasados, ingenieros desocupados, periodistas cesantes, abogados sin clientela, artistas resentidos y estudiantes sin perspectivas.

Anualmente miles de jóvenes profesionales salen de la universidad sin un futuro claro. Muchos de ellos saben que  la única manera de conseguir un empleo es regalándose en una empresa cualquiera a cambio de una vaga promesa de trabajo.

En medio de este panorama laboral tan desalentador, los dueños de las compañías han reinventado el antiguo concepto de esclavitud para llamarlo “practicante”. 

Los empleadores contratan a un recién egresado de la universidad, le pagan un salario que no alcanza el mínimo (la mayoría de veces estas prácticas no son renumeradas) y lo ponen a trabajar igual o hasta el doble que un empleado con nómina y prestaciones  de ley.

De esta forma, las empresas se ahorran dinero y tienen a un peón “feliz y contento”  trabajando a cambio de experiencia. Y cuando el esclavo cumple su periodo es reemplazado por otro esclavo.  Así de simple.

He visto a muchas empresas publicar cada tres meses el mismo anuncio: “Se busca practicante para realizar una práctica de 3 a 6 meses con posibilidad de contratación”.
Mejor que  quedarse en la casa viendo cómo se le va la vida, usted prefiere enviar su hoja de vida y esperar a que un día suene el teléfono con la  invitación  de asistir a una entrevista. Ese día se pone la mejor ropa, prepara un discurso  y llega a la hora indicada. Pero contrario a lo que esperaba, se encuentra a 10 o 15 personas que, al igual que usted, esperan sentados en una recepción con caras de serios y un sobre de manila reposando sobre sus piernas.
Usted también pone cara de serio mientras espera el turno. El empleador lanza su oferta: “es una practica no renumerada”. Es eso o quedarse en la casa  rascándose la entrepierna mientras ve porno en su computador.
Al final usted acepta. Asumiendo que es un tipo con suerte y tiene unos padres que están dispuestos a dar el aguante: mantenerlo durante seis meses más con tal de que algún día se largue y deje de pedirles dinero. Si en cambio no cuenta con ningún respaldo, usted tendrá que negar la oferta, colgar el diploma en la pared y dedicarse a vender minutos hasta que logre enamorar a  una mujer con plata o se gane la lotería.
Ese es el mercado. Siempre supimos que estudiar una carrera profesional no nos aseguraba un empleo, pero aún así nos partimos el lomo estudiando.

Es verdad que muchos practicantes pasan con el tiempo a ocupar un cargo renumerado en la empresa para la que trabajan, pero ¿cuántos de estos pasantes cuando cumplen  su periodo  sencillamente son despedidos  con un apretón de mano? No digo que alguien que entre a una empresa como practicante no tenga posibilidad de enganchar trabajo después, pero me atrevo a decir que muchas compañías, bajo la figura del pasante, buscan mano de obra gratis.

El hecho es que si quiere conseguir su primer empleo antes tenga en cuenta que tendrá que regalarse como practicante y cuando haya acumulado algo de experiencia con los años, usted tendrá que seguir trabajando pero esta vez como un asalariado del montón, por un sueldo con el que apenas logrará llegar a gatas a final de cada mes, y  con la diferencia de que esta vez tendrá esposa, hijos, cuotas del carro, mensualidades de colegios y obligaciones que no podrá dejar esperando. Pero no se desanime, la vida es complicada para todos. 

Publicado en la Revista Cartel Urbano. Junio 2012.

miércoles, 4 de abril de 2012

LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DEL CINE COLOMBIANO



LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DEL CINE COLOMBIANO


"Yo no vuelvo a hacer una película si me toca poner dinero de mi bolsillo. Al público que lo divierta su madre", dice Luis Ospina, y por la sonrisa perversa que suelta uno se da cuenta que nada le produce más placer que pronunciar aquellas palabras cada vez que alguien le pregunta: “¿Volvería a hacer otra película?”.
"¿Por qué diablos estoy haciendo esto? Si no me he ganado más que problemas. Muchos de los que eran mis grandes amigos se volvieron mis enemigos, cai en la ruina, tuve que cerrar mi empresa. Y todo porque estaba empecinado con hacer la película. Tanta era mi obsesión que ya parecía un basuquero que solo piensa en su vicio. Como si hubiera dado el gran salto del basuco al cine", confiesa el director Jorge Navas, un melómano que no vacila en ningún momento en ocultar su oscuro pasado metalero, refiriéndose a su película La sangre y la lluvia (2009).
Por su parte, Ospina, un veterano del cine Colombiano que no necesita presentación, dice que después de Pura sangre, su primera película (1982), cada mañana me despertaba debiendo más plata. Fueron años en los que no podía ni pedir un préstamo o tener una tarjeta de crédito. Y con mi segunda película pasó lo mismo: invertí dinero y lo perdí todo". Diana Bustamante, productora de El vuelco del cangrejo (Óscar Ruíz Navía, 2010), dice que la película se hizo ¨porqué el director hipotecó su casa y yo la mía para la postproducción… Y así, embalándonos, se pudo terminar¨.
Y es que uno podría pensar que la vieja ecuación que surge implacable en la cabeza de un cineasta colombiano antes de emprender un proyecto es: Hacer cine=Fracaso en taquilla=Ruina y Desgracia. Y así es. Para hacer cine en Colombia aparte de las ganas se necesita nervio y estar dispuesto no solo a entregarlo todo, sino además perderlo todo.
A lo largo de sus carreras, no han sido pocos los cineastas colombianos que lo han vendido o empeñado todo con tal de ver sus sueños de celuloide proyectados en la gran pantalla. Porque para ellos, más que un oficio, el cine es una enfermedad. Hacerlo es una idea que les taladra el cerebro y un sueño que, en vez de dejarlos dormir, los mantiene en vela. Y es que, aparte de las ganas, para hacer cine en Colombia se necesita nervio. Estar dispuesto no solo a entregarlo, sino a perderlo todo por completo. No en vano, el gran maestro francés Jean- Luc Godard dijo alguna vez: El cine no se hace para ganar plata. Se hace es para gastarla.

Ahora bien: ¿qué, sino es la locura o la necedad, puede empujar a una persona a emprender una empresa que, muy seguramente, en vez de ganancias solo puede arrojar pérdidas? La respuesta: "Para uno como cineasta es más necesario hablar de lo que uno cree que no tener deudas. Que pereza morirse y decir que a uno jamás lo reportaron en Datacredito. Y no haber hecho ni una sola película por miedo al riesgo que eso implica", opina Felipe Aljure, la mente detrás de filmes como  El colombian dream (2006), y de una obra maestra: La gente de la Universal (1995).
 En efecto, no son los viajes alrededor del mundo, ni el afán de erigirse como el nuevo “enfant terrible” del cine, ni la posibilidad de ligar con una rubia en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam lo que motiva sus caprichos. No. Tampoco se han desvelado durante años enteros pensando en salir en la  televisión. Lo que realmente impulsa a nuestros cineastas a seguir  esa empresa quijotesca es la necesidad (¿acaso necedad?) de hacer películas,  un proceso que, con suerte, puede tomarle a alguien cinco años (a menos de que seas  Dago García), e incluso toda la vida. En esta fábrica de sueños son muy pocos los que logran dar el gran salto del papel a la pantalla grande. Lo que en Colombia se denomina industria cinematográfica, no es otra cosa que la conjunción de los esfuerzos aislados de unos cuantos obsesos que se niegan a ver cómo sus guioncitos se pudren en el cajón de su mesa de noche.
Se hace entonces justo preguntarse: ¿cómo es el proceso de hacer una película en Colombia? Y la historia, a grandes rasgos y sin que sea la norma, es como viene a continuación…

EL BILLETE
Una vez el director tiene listo un guión (o al menos la versión más cercana a la final), proceso que en ocasiones puede tomarse unos buenos años (para su ópera prima Los colores de la montaña (2011), por ejemplo, el director paisa Carlos César Arbeláez escribió cerca de 17 versiones), debe  salir a  buscar a un productor  para que, juntos, se entreguen a la difícil, tortuosa, larga y casi imposible tarea de conseguir financiación. Para ello, el primer paso suele ser presentar el guión a las convocatorias locales como del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico del estado colombiano. Una suerte de lotería en la que muchos depositan su fe en un billete que rara vez contiene el numero ganador. "Es difícil ganarse una convocatoria porque la competencia es muy fuerte. Todo depende de que el universo haya juntado ese día a los jurados con el gusto afinado para tu proyecto, y eso ya es cuestión del azar", asegura Carlos Moreno, director de ‘Perro come perro’ (2008) y la aclamada ‘Todos tus muertos" (2011).Pero lo que muchos no saben es que el monto de los premios que otorga el estado es equiparable a tan solo una pequeña semilla de lo que realmente cuesta hacer una película de mediano presupuesto.
Luego de esto, nuestros intrépidos productores tienen encima otra misión imposible: conseguir la plata que falta (hasta el 90% restante del proyecto), por lo que, naturalmente, deberán buscar patrocinadores en Colombía y hasta en el exterior. Según Jaime E. Manrique, gestor de cine colombiano, cabeza de los Laboratorios Black Velvet y director del Festival Internacional In Vitro Visual, ¨buscar plata no es solo un problema local sino también internacional. Para ganarme  el Ibermedia, por ejemplo,  tengo que tener como socio a alguien más en Iberoamérica ¨.  Lo cual pone sobre la mesa otro asunto: para sacar adelante una película es necesario contar con un coproductor.
Un ejemplo del ingenio de nuestros cineastas para conseguir la plata es el video que presentó en Cannes el novel Rubén Mendoza de su entonces proyecto La sociedad del semáforo, estrenada el año pasado. Muy a tono con la película, que se centra en la historia de unos habitantes de la calle, en el video se puede apreciar a un anciano indigente y rabioso vociferando en una esquina cualquiera de Bogotá: Oye, hijueputas franceses, necesitamos plata para la película (…) Aquí estoy gran hijueputas franceses, necesitamos es plata para la película, malparidos.  Y por lo visto, funcionó.

En el panorama más optimista, los productores consiguen plata a traves de concursos, becas, estimulos y demás; sin embargo, muchos de estos premios son como bombas de tiempo que traen consigo una plazo límite para la terminación de la película, que de ser incumplido puede hacer que la bomba estalle y el proyecto  vuele en pedazos por los aires, como casi le sucede a Navas: "Si no la terminaba ese año me tocaba pagar 180 millones de pesos de multas de premios que había ganado¨, confiesa el joven director, quien para producir su filme obtuvo varios premios, entre ellos  el Premio coproducción Ibermedia (España)  y  Produire Au Sud  (Francia). Habrá algunos que aún con la plata de los premios en los bolsillos todavía les siga faltando, como dicen,  el centavo para el peso. "Tuvimos la suerte de ganar el Ibermedia, pero con este premios no alcanzábamos a rodar la película, a menos que se hiciera de una manera demasiado guerrillera¨, confiesa, por su parte, Carlos Cesar Arbeláez.
La otra platica se consigue como suelen conseguirla los demás mortales: pidiendo prestado o vendiendo y empeñando hasta la madre.

EL CASTING
Otro proceso engorroso que suele hacerles perder la cabeza a los directores a la hora de hacer una película es el casting. ¨Me demoré dos años consiguiendo a los niños, todos actores naturales. Hice un casting enorme, no más para el protagonista pude haber visto a cuatro o cinco mil niños¨, asegura Arbeláez. ¨Lo primero que cualquier productor te dice es jamás hagas una película en donde haya niños o animales¨, dice el director paisa. ´Yo hice caso omiso a esta advertencia e hice una película donde los niños y los animales son los protagonistas. ¿Y qué pasó? Pues que haciendo una escena con una vaca se nos fue un día de rodaje y todo porque la bendita vaca no quería mover ni una pata. Teníamos un perro amaestrado que no estaba amaestrado. Teníamos conejos follando que apenas les prendías la cámara se estresaban y dejaban de follar. Teníamos un niño albino de 8 años que si lo dejabas mucho tiempo al sol se ponía rojo. Después de rodar confirmé algo: Jamás hagas una película en donde haya niños o animales.
Pero los actores también pierden la cabeza, pues están dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de conseguir un papel en la película. Es de recordar el caso del actor Gregorio Pernía, quien para conseguir un papel de sicario en la película "Rosario Tijeras" se le ocurrió una genial  idea: se puso una capucha y con fierro en mano entró en el lugar donde se realizaba el casting. Después de amenazar a todo el mundo, tomó como rehén al director Emilio Maillé, lo sacó a empellones del sitio,  lo metió en el baúl de un carro y luego se quitó la capucha y dijo: soy Gregorio Pernía y este es mi casting.
Y nada de eso lo aprendes yendo a la escuela de arte dramático.
EL RODAJE
El embale, el vértigo, la adrenalina que se siente al estar en un rodaje es tal vez equiparable al terror de quien se lanza desde una avioneta y a medio camino descubre que su paracaídas no funciona. Y bajo sus pies el duro asfalto se ve cada vez más cerca.
¨Nosotros rodamos cuatro semanas sin luz porque no teníamos plata para alquilar las luces. Todo era luz natural. En el lugar donde rodamos la luz cambia cambia cada tres minutos y el fotógrafo estaba que se volvía loco.  Íluminábamos a punta de puras telas y espejitos. En un momento tuvimos la suerte de contar con una farola pero se nos quemó a la segunda semana porque le entró agua¨, recuerda Arbeláez.


Y es que un rodaje siempre es una maratón contra el tiempo. Contra la luz del día que se va, contra la oscuridad de la noche que llega (y que también se va, lo cual fue un problema, por ejemplo, en el rodaje de La sangre y la lluvia, película nocturna), contra la lluvia… En Mosquera, lugar donde estábamos grabando, no paraba de llover, el barro nos llegaba hasta las rodillas, hacía mucho frío, pero todos seguimos firmes en pie de lucha, recuerda John García, eléctríco tercero en la película El Bunker, dirigida por Andy Baiz. Y es que con tal de rodar los cineastas coombianos son capaces de hacer lo que sea, hasta de desafiar la ley, como es el caso de Rubén Mendoza, que para su debut, siguiendo una gran premisa del cine guerrillero (¨film and run¨), entró a un cementerio con la cámara escondida en un coche de bebé para que no lo fueran a joder los vigilantes.

Historias de películas que han llevado a sus directores al punto de querer tirar la toalla o perder el juicio hay muchas, pero ninguna ha circulado tanto entre el pequeño séquito de cinéfilos colombianos como  la  de ¨El Colombian dream¨ (que bien hubiera podido llamarse El colombian nigthmare) ¿Por qué? Por que, entre otras, tocó suspender el rodaje  durante nueve  meses. ¿La razón? Se acabó la plata. Así lo recuerda Felipe Aljure, su director: "Estábamos rodando en Girardot y para la escena del día siguiente había que traer 70 extras de Bogotá y  solo quedaban ochocientos mil pesos en la cuenta. Ósea: no podíamos traerlos. Entonces dije: esto hay que pararlo. Fue una decepción grande. Imagínese usted parar una película en pleno rodaje. Los actores llamaban todo el tiempo durante el parón: "Hermaníto ¿qué hago? Tengo a este personaje adentro, no lo puedo matar. Dígame, ¿cuándo vamos a retomar?¨.  Mientras esperábamos a que la situación se resolviera, Ana María Orozco quedó embarazada; Tatiana Rentería quedó embarazada; a Rosita, que era una adolescente, empezaron a crecerle todas las partes de las chinas, cuando a los pelaos empezó a cambiarles la voz, a Lucho, que era el ángel, empezaron a salirle pelos en la cara. En fin, una vaina que toco un trabajo muy serio de maquillaje".
LA POST
Una vez terminado de rodar, exhaustos pero con una sonrisa de satisfacción en el rostro, aparece de nuevo otro problema: el proceso de postproducción.
Desgraciadamente, cada película trae consigo un problema diferente. Según susurra, el  proceso de ¨Retrato de un mar de mentiras¨ (2010) de Carlos Gaviria tardó más tiempo de lo planeado en esta por una razón muy simple: el director quería un final para su película y el productor otro. Hasta hoy, uno de los secretos mejor guardados del cine colombiano. Pero ahí no para la cosa. ¨En la etapa de edición  hay directores que por querer hacer la película perfecta  hacen hasta 30 cortes de su película antes de llegar al definitivo, como fue el caso de ¨La Historia Del Baúl Rosado¨, de Libia Gomez, cuenta Carolina Osma,  productora de la escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba¨. Y agrega: ¨El otro problema en la  post  es que las películas,  una vez terminadas, deben ser enviadas al exterior para ser reveladas¨. Y si. Como sentencia Ospina: ¨Estamos tratando de hacer cine en un país donde no hay laboratorios, eso es como querer hacer pan sin tener horno¨.
¿Y LUEGO QUÉ?
En este punto nuestros curtidos productores tienen en sus manos otra complicada misión: ¨El mayor obstáculo a la hora de hacer cine es exhibir y distribuir una película. Sobre todo si haces cine como el mío, que es un cine de outsider que no les atrae a los distribuidores y exhibidores¨, dice Ospina. Muy la línea con la opinión de Diana Bustamante, quien afirma que ¨uno de los grandes problemas en Colombia es que el productor debe asumir los costos de distribución de la película. Y eso implica pagar copias, campañas publicitarias, jefe de prensa, viajes a las ciudades principales… Y en este punto por lo general  queda no queda ni un peso. Entonces lo que uno hace es endeudarse esperando que la taquilla o los estímulos  te ayuden después a pagar las culebras¨.
Y es aquí donde vale la pena mencionar algunas- no todas- de las reglas de oro de Jaime Manrique, los mandamientos que todo productor novato debe tener en cuenta antes de lanzar una película al mercado. Primero, no hay un modelo o estrategia única de lanzamiento aplicable para todas las películas. Es decir, no hay reglas. Cada película es un producto independiente  y su estrategia de lanzamiento debe pensarse solo para sí misma. Segundo, no todas las películas que son promocionadas a través de un canal de televisión tienen asegurado su éxito en taquilla. Tercero,  si su película es pequeña, no es necesario hacer una premier en el Jorge Eliécer Gaitán con toda la patética farándula desfilando por la alfombra roja; hay otras maneras de promocionarla.Cuarto, jamás delegar, bajo la excusa de que no hay plata, el diseño del afiche de la película al amigo que no cobra. Lo mismo aplica para el jefe de prensa. Todos deben ser profesionales en el tema y saber cómo conectar con los gustos del público. Quinto: antes de su lanzamiento cada película debe cumplir con unos requisitos básicos como son: tener un teaser, un tráiler, un jefe de prensa, una estrategia de prensa,  una premier y, algo muy importante: un afiche atractivo.

EL ESTRENO
Después de muchas vicisitudes ha llegado por  fin el momento que estos posesos del cine han aguardado en silencio durante tantos años: el estreno de la película en las salas colombianas. Todos están expectantes. Han trabajado duro para demostrarse a sí mismos y a sus padres y amigos que no se equivocaron de oficio al elegir el cine como profesión. Sin embargo, en la mayoría de los casos la respuesta del público no es siempre la soñada. Tan solo unos cuantos gatos invernando en la oscuridad de las salas. Primer mandamiento de un cineasta colombiano: si vas a hacer una película no pienses en cuantas personas irán a verla, solo haz tu película.
Irónicamente, Carlos César Arbeláez, quien con Los colores de la montaña ha tenido una de las mejores taquillas de películas colombianas en los últimos años, sentencia: ¨Los que están pensando en hacer películas taquilleras van a fracasar rotundamente¨.

¿Y ENTONCES?
Acto seguido, con la plena convicción de que el mercado local no es el único que existe, nuestros ya arruinados productores, quienes de seguro se encontrarán  maldiciendo el día que se les ocurrió hacer una película, se embarcan en otra de esas misiones a las que no podrán decir no: poner su película a circular en el exterior, por lo que comienzan a buscar un agente de ventas. ¨ Si tu película logra entrar en uno de los cinco o seis festivales clase A (como Cannes o Sundance) que existen en el mundo, en ese momento puedes estar seguro de que tendrás toda la atención de los agentes de ventas. De lo contrario, es imposible pensar siquiera en vender tu película¨, asegura Diego Ramírez, productor de ¨Perro como perro¨ y ¨ Todos tus muertos¨. Y llegar con su película a un festival de ese calibre es tal vez comparable a lanzar una botella al mar. ¨ De las 1.073 películas que llegaron a  Sundance, nos seleccionaron con Todos tus muertos, pero  cuando uno logra comprender lo difícil que es entrar en un festival clase A, uno piensa: ¡jueputa, es una competencia muy brava!¨, reflexiona.
Haya vendido o no su película o aún continúe con ella bajo el brazo, en este punto ella ya se ha ido de las manos del director. Es como el hijo rebelde que por fin se ha largado de la casa,  y contrario a lo que se esperaba, su padre lo extraña.¨Lo más duro es cuando la película ya no te pertenece. Digamos: tú te levantas en la mañana, endeudado, pero vas al set a trabajar con los actores, y sabes que estás haciendo una película. Luego te clavas varios meses frente a un computador en una sala de montaje y las deudas no te importan, porque sabes que estás editando una película. El problema está cuando la película se va y tú  ya no estás haciéndole nada, y en cambio si continúas pagando deudas¨, cuenta Aljure.

¿Y ENTONCES POR QUÉ HACER CINE?
Hacer cine en Colombia es quizás uno de los negocios menos rentables del planeta. Los productores lo saben, los directores lo saben, los inversionistas lo saben; sin embargo, por extraño y descabellado que parezca, a ninguno de ellos parece importarle. Esto no es un negocio, es una aventura, afirma Bustamante. Somos como una pandilla que solo desea una cosa: hacer cine. Y no importa que en el intento nos metan a la cárcel  o caigamos en la ruina, Siempre estaremos dispuestos a arriesgarnos mucho más de lo que una persona con una empresa podría hacerlo. Porque a diferencia de ellos, que solo piensan en el margen de ganancia, nosotros solo pensamos en hacer la película. Agotados, endeudados y con una montaña de facturas vencidas sobre la mesa; resulta curioso que alguno piense siquiera en hacer otra película. Sin embargo..."Hay gente que tal vez diga que estoy loco, pero para los que vivimos obsesionados por ese misterio del cine no hay mayor recompensa que sentirse a gusto con la obsesión y con la necedad. Además, hay algo  aún más poderoso que te impulsa a seguir haciendo cine en Colombia, y es saber que estás escribiendo memoria", concluye Moreno.  Tesis que apoya Navas:Y uno más: “Esa frase de que el cine es el álbum de fotografías de un país es muy cierta. Sin el cine muchos momentos de nuestro historia caerían en el olvido. Y como consecuencia de ello tendríamos una cultura con párkinson que solo recuerda que hay que comprar Coca Cola".


 ¿CONCLUSIÓN?

Si los que vamos a cine supiéramos lo difícil que es hacer una película aquí, no saldríamos echando pestes de la sala cada vez que vemos una película made in Colombia o renegando del numero de gonorreas pronunciadas. Al contrario, correríamos a estrecharle la mano al director o al productor, orgullosos de su proeza,  como si al día siguiente de aquel gol contra Alemania nos hubiéramos topado con Freddy Rincón en la calle. Y saltaríamos de la alegría, cuando en el exterior se menciona el nombre de un director Colombiano. Y a su llegada al país correríamos en tropel a recibirlos al aeropuerto como si se tratara de un astronauta que acaba de llegar de la luna. Y abriríamos un club de fans en Facebook con nombres como Felipe Aljure, Carlos moreno,  Jorge Navas, Diego Ramírez o Rubén Mendoza, quienes serían tan populares entre la gente como lo son hoy Jota Mario, el Bolillo Gómez o  Marbelle.


¡LARGA VIDA AL CINE COLOMBIANO!

Reportaje publicado en la revista Shock. (2011)

lunes, 26 de marzo de 2012


¨ El nuevo cine latinoamericano tiene que morir¨


Entrevista.
Tras el lanzamiento de su libro ¨Mi cuerpo es una celda¨, a finales del año pasado, en la que hizo popular la figura del escritor caleño Andrés Caicedo en América latina. Alberto Fuguet se va lanza en ristre contra el ¨nuevo cine latinoamericano¨el cual, dice, está cargado de ¨pornomiseria¨. De Colombia rescata el trabajo de Luis Ospina y Ciro Guerra, ¨pero nunca haría ese tipo de películas¨.
El 2008 fue un año maratónico para el escritor Alberto Fuguet. Luego de terminar el libro ¨Mi vida es una celda¨, que gira en torno a la mítica figura de Andrés Caícedo, y de su posterior lanzamiento en el mes de octubre, sus días transcurrieron entre viajes promocionales por buena parte de América Latina, ruedas de prensa, entrevistas para diferentes medios, así, una y otra vez.
Hoy, ocho meses después, y luego de excelentes criticas sobre su obra, su vida parece estar recobrando la calma. Radicado en su natal Chile, Fuguet aceptó la invitación de GACETA para hablar, en Buenos Aires, sobre sus proyectos y sobre su visión del cine en Latinoamérica.

Háblanos un poco acerca de la autobiografía de Andrés Caicedo que acabas de publicar.
Viajé a la ciudad de Cali y allí me dieron una lista de diez mil personas. No estaba interesado en conocer a tanta gente. Me pareció divertido conocer la casa paterna. Mi intención cuando viaje a Cali era recopilar material y finalmente gran parte de lo que usé en el libro lo obtuve en Bogotá, en la casa del cineasta Luis Ospina. Él me dio básicamente el 80% del material que terminé usando. La familia y la hermana de Caicedo tenían mucho menos. De hecho, la hermana mayor de Andrés estaba muy sorprendida con todo el material que obtuve. En ese sentido este libro es bien novedoso para todos.

¿Por qué firmas el libro como editor y montajista?
Para mí, más que un libro sobre Caicedo, es un documental.

Entendemos lo de montajista en el sentido en que recortas y pegas pero, ¿por qué dices que director?
No sé si imprima mi mirada o meta mi mano porque yo no escribí nada. Más bien fue como invocar a Caicedo, ordenarlo, tomar decisiones y ante todo ser fiel a su estética. Yo tuve la idea de que él no saliera en la portada, y que en las fotos apareciera con el pelo lo más corto posible. Un poco para presentarlo en el mundo literario. De entrada, un tipo con el pelo largo que está sujetándose el paquete resulta divertido, pero muy pronto termina por aburrir. Una vez que los jóvenes empiezan a leerlo, llega la crítica a destrozarlo, a decir: ¿quién es este tipo que anda posando así? Además, es muy posible que Andrés no fuera realmente tan “posero”, ni tan guapo, pero está claro que esa foto ayuda para atraer. Mi idea es mostrarlo como yo creo que él era. Un tipo un poco más nerd, inseguro, tímido y bastante mejor escritor de lo que muchos piensan que era. En este libro viene mucho material que muestra a un Caicedo que podía superar su edad. Uno lee ¡Que viva la música! y se nota que está escrito por un pelado. En este libro uno no tiene tan claro qué edad tiene porque demuestra una increíble madurez y una gran capacidad para verse a sí mismo y ver a los demás. Además, hay un montón de cosas que incluso los colombianos no conocen sobre Andrés Caicedo. Encontré mucho material botado por todas partes. En ese sentido, mi libro tiene mucho de “Greatest Hits”; es cómo un disco que recopila.

Dentro del material que obtuviste de Caicedo se encuentran unas cartas que él escribió, ¿acceder a esta correspondencia te revelo algún rasgo de la personalidad de Caicedo que antes no veías en su obra?
Sí, esas cartas me revelaron dos cosas: primero su mirada del cine, y segundo me llevaron a descubrir en Caicedo al primero y tal vez el único cinéfilo latinoamericano. Todo el resto, todo lo posterior que se desprende de él, sea literatura o teatro, fue básicamente porque no tenía otra cosa que hacer o no podía hacerlo. Filmar en esa época no era fácil, no como ahora. Creo que el teatro fue un error de él. Creo que cualquier tipo que le gusta el cine, odia el teatro. Él hizo teatro porque todavía no podía filmar, esto se hace evidente cuando comienza a escribir guiones y a filmar películas. En el fondo, lo que se muestra en este libro es algo que aparece un poco insinuado en ¡Que viva la música! Es decir, esa otra faceta de Caicedo, la de un tipo que leía, que era un nerd, que mentía, que le hubiera gustado ser un salsero. A mí no me gusta mucho ¡Que viva la música!, me parece que esa novela tiene un error muy grave, el narrador debió ser un chico. De hecho, al final, es un chico –es Andrés- el que habla y llama poco menos que a la revolución de los jóvenes.

En la figura de Caicedo hay una especie de frustración por no poder filmar en Cali. El cine en él era una necesidad. ¿Crees que está frustración influyó para que Caicedo tomara la decisión de suicidarse?
Claro, eso marca todo, pero también hay otras frustraciones como la de no ser considerado un cineasta. Lamentablemente, en esa época el cine no tenía la importancia que tiene ahora en Colombia. Eso fue lo que lo llevó a escribir. En la literatura encontró un grado de estabilidad. Estoy seguro que Caicedo, si estuviera vivo hoy, estaría estudiando en una escuela de cine. También, estoy seguro que no se le hubiera ocurrido escribir: ¡Que viva la música! Hubiera hecho una película que se llamaría, ¡Que viva la música!

En algún lado leímos que para ti descubrir a Caicedo fue como una revelación. ¿Acaso encuentras algún tipo de parentesco con él?
Sí, por ejemplo la filia. La idea de entrar a la literatura o entrar al cine como un cinéfilo. Yo siento que me paro ante la vida como un cinéfilo, porque me interesa el cine y me gusta charlar sobre las películas que veo. Y además, entro a escribir porque no puedo filmar. Bueno, pero tampoco soy exactamente igual a él. No tengo el pelo largo. Lo que más me interesa es que este libro le llegue primero a los cinéfilos y después a los que llevamos una sensibilidad medio tristona, distinta, nostálgica. Este no es un libro que diga: ¡si a ti te gusta tronarte todo el día, léeme!

¿Crees que si Caicedo no se hubiera suicidado sería un escritor tan reconocido como lo es hoy en Colombia?
Sí, pero también creo que hubiera sido un cineasta y un escritor relativamente conocido en el mundo. A lo mejor hubiera podido salir de Colombia y ser una especie de Luis Ospina. Y claro, también hubiera publicado libros. Yo creo que Caicedo si estuviera vivo hoy estaría filmando. Él solo tenía tres opciones: suicidarse y estar muerto como lo está ahora; o convertirse en un tipo patético como un amigo suyo que conocí en Cali, borracho a sus 60 años, pobre y sin casa. Alguien muy “cool” pero algo decadente; o en la actualidad sería alguien con blog colaborando para revistas de cine. Creo que estaría filmando en digital. Pero claro, sin duda la muerte y el morbo ayudan.

Tal vez Caicedo con su suicidio quiso poner un punto final a su obra.
Claro, pero en mi libro es el inicio. Parte con una carta de suicidio fallido. Uno termina queriendo a Caicedo y a la vez odiándolo. Pienso que con tanta droga él debió ser alguien muy agotador. Es como el típico amigo, no sé si tú lo tienes, que lo quieres mucho pero lo ves y dices: ¡sabes que man, si se suicida ya es tema de él! Te sientes comprometido pero a la final tienes que elegir entre tú o él. Y eso es lo siento con Andrés, que te hacia la vida muy, pero muy imposible. Y claro también estaba loco. En muchas cosas era obsesivo y compulsivo. También me pareció que era un poco mimado. Nunca fue capaz de romper con su familia. Creo que Cali no era tan atroz como decía él. Sin embargo, a pesar de toda su locura, Caicedo reveló un mundo propio y dijo cosas increíbles.

Hubo toda una generación de escritores en Latinoamérica y sobre todo en Colombia que leyeron a Gabriel García Márquez e intentaron hacer lo mismo. Caicedo leyó a Gabo pero su escritura, su estilo, no sufrió ninguna influencia. ¿Qué piensas de esto?
Caicedo leyó a Gabo y por lo que he leído le gustó pero no se contaminó, eso me pareció increíble. Aquello demuestra que no le interesaba ni la selva ni el folclor. Mi meta con este libro es que ahora haya dos grandes escritores en Colombia, cómo la derecha y la izquierda, que serian Gabriel García Márquez y Andrés Caicedo.

En tu país, ¿qué resonancia tiene Andrés Caicedo?
Muchos periodistas chilenos no sabían nada de Caicedo, ni siquiera sabían que existía la ciudad de Cali. Cuando leyeron este libro les pareció un autor totalmente contemporáneo, santiaguino, porteño. A muchos les cuesta trabajo creer que este libro se haya escrito en Colombia, y en una provincia en esa época. Eso me gusta mucho, demostrar que Caicedo estaba más que globalizado antes que la globalización fuera tema. Era de una provincia y estaba siempre al día con todo el material. Además me gustó que estuviera más interesado en ir a Hollywood que en ir a Barcelona o a Paris. Márquez viajó a Europa y vivió una época súper loca de Godard y Truffaut, y todo eso no está en su obra. Márquez es muy provinciano en todo el sentido de la palabra. Me parece que era alguien que no era capaz de interesarse por el mundo que había a su alrededor, esa es mi opinión. Pero “Cien años de soledad” está bien, es divertido. No me gustaría ser colombiano y que todo el mundo me diga que soy Buendía.

Leímos en tu Blog que tu proyecto cinematográfico “Perdido”, se vino abajo ¿Estamos de luto?
No, de luto no, el funeral ya fue. Ahora vienen nuevas películas, nuevos mundos, nuevas cosas. Me asquea el mundo del sistema. Me parece que tú no puedes ser un “mamón” y estar todo el día preocupado por ir a Róterdam y tratar de tomar un café con la rubia de Austria. Es muy peligroso, sobre todo para ustedes. Me parece que muchos cineastas latinoamericanos han perdido mucho por tratar de ir a Róterdam. Hice un corto que voy a subir a la red, en www.cinepata.com, pero primero lo quiero mandar a unos festivales. Me interesa la red porque es de exhibición gratuita. Este corto me costó mil dólares, lo hice con una cámara de fotos Lumix y el sonido me costó 100 dólares diarios.

 ¿Tenías en mente alguna búsqueda estética al hacerlo con una cámara de fotos o simplemente buscabas abaratar precios?
Las dos cosas. Por un lado no tenía presupuesto y por otro me di cuenta que podía tener mucha onda estética. Mi corto transcurre básicamente en un avión. Filmé con actores mientras estábamos volando. Para mí no es sólo un problema estético sino también un problema de realismo. ¿Cómo vas a reconstruir un avión en un estudio en Latinoamérica? Si en una película de Hollywood te das cuenta que no están volando. Ahora, imagínate con los presupuestos que se manejan en Latinoamérica.

¿Crees que iniciarte en la literatura te ayudo a la hora de hacer cine?
Si, la literatura termino ayudándome. No le tengo miedo al guión. No le tengo miedo al dialogo. Sé lo que hace que un personaje funcione. Por ejemplo, cuando tenía problemas en “Se arrienda” (2005), cambiaba el guión en el set. Además, la literatura me ayudó económicamente. Uno ve muchos directores que tienen problemas y no saben qué hacer desde el guión porque no lo escribieron. Yo creo que es muy importante ser guionista y director, ayuda mucho. No digo que sea una obligación, pero creo que sobre todo en América Latina te facilita mucho las cosas. Ahora voy a hacer una película. Me voy a embarcar en un proyecto raro que no sé si resulte pero estoy dispuesto a vivir la aventura, me atrae. Prefiero arriesgarme en esto, que arriesgarme en ir a Berlín y tratar de seducir a los festivales.
Es algo que vamos a hacer en Iquitos. Me dijeron: ¡te gustaría ir a Iquitos a filmar, te damos el dinero! Yo pensé: ¿porque no? Es como si me invitaran a Cali a filmar. Y creo que no puedo darme el lujo de decir que no. Ahora, estoy muy interesado en hacer pequeñas cosas, sobre todo cuando sé que mi carrera no va a ser como la de un director supuestamente triunfador que consigue grandes prespuestos y co-producciones.

Y cuéntanos, ¿Piensas adaptar mala onda?
Ya hice la adaptación, está el guión pero yo no la voy a filmar, sale muy caro. A mí no me interesa, si a ti te interesa filmarlo, tendrías que hablar con mi agente. A mí en general no me interesa trabajar con grandes presupuestos. Porque me quitan libertad, además es muy desgastante. Yo no filmaría la guerra civil norteamericana, no me interesa estar esperando cuatro mil extras. En cambio si me interesa más filmar un paseo por un museo. Pero eso depende del gusto de cada persona. Por ejemplo yo no haría “La Guerra de las Galaxias”, no podría estar todo el día en un estudio verde.

¿Te gusta algo de lo que has visto de cine colombiano?
Que me guste, no. Mi favorita es la de Luis Ospina. “Agarrando pueblo” (1977), me parece increíble y súper adelantada a su tiempo. Hoy en día hay un nuevo tipo de realismo mágico que en Colombia lo hacen súper bien: la “pornomiseria”. Me molestan mucho estas nuevas películas que son hechas con mucho dinero como “Rosario Tijeras”, (Emilio Maillé, 2005). Ya basta con esas películas. Me gustaría ver une película de alguien que lleva una camiseta de Depeche Mode como la que llevas puesta. Caicedo demuestra que se podría hacer una película triste en Cali. Me parece que no hay una película en Latinoamérica de “chico conoce chica”. Yo tengo unos amigos míos que hicieron una película que se llama: “Boys re-meet girls”, de chicos que caminan por Santiago. La pensamos estrenar muy pronto “on line”. Y para responder mejor tu pregunta, de cine Colombiano me llamó la atención, aunque yo no la haría, La sombra del caminante, (Ciro Guerra, 2005).

¿No la harías porque no te gusta el tema?
Sí, no es mi mundo. Me parece que está bien pero hay un exceso de ese tipo de cine. Me gusta más por ejemplo Ezequiel Acuña, que fácilmente podría ser colombiano o venezolano. No entiendo porque en algunos países insisten con la pornomiseria. Uno podría decirles: “sabes qué man, yo quiero alejarme de la violencia”.

¿Sientes que hay algo específico que el cine logre a diferencia de la literatura?
Sí, pero no tengo muy claro que.

¿Pero, qué es para ti lo que hace esa diferencia?
Yo no me siento un poeta pero creo que algo parecido a la poesía se puede dar en el cine. Como un tono, una tristeza, una cierta estética. Yo puedo hacer cosas de ese estilo más en el cine que en la literatura.

Entonces como lenguaje, ¿Te interesa más el cine o la literatura?
Yo creo que la suma de las dos cosas pero a la larga me siento más de cine. Aunque he tenido mala suerte, partí tarde y partí como escritor. Pero creo que me gustaría meterle cine a mi literatura.

¿Qué directores latinoamericanos te gustan?
Me gusta Ezequiel Acuña, tiene un tono y un mundo propio. También me gustan los que hicieron “Whisky” (Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, 2004), me gusta Lucrecia Martel la encuentro bastante genial. Aún no he visto “La mujer sin cabeza” (2008), pero me encanta “La ciénaga” (2001) y “La niña santa” (2004). Lucrecia Martel en teoría no trata de nada, pero siempre hay algo detrás que hace pensar que su cine trata de muchas cosas. Me gusta mucho que la gente hable y eso me agrada en las películas de Martel. Sus personajes siempre están hablando puras tonterías que van develando algo más. Yo soy un poco más conservador y el dialogo lo uso para que la gente cambie información, aunque también procuro ocultar información.
A Carlos Reygadas lo odiaba, pero mi impresión es que con “Luz silenciosa” (2007) logró hacer la última película que se puede hacer de ese tipo de cine. Creo que si tú vas a hacer una película “pajera”, silenciosa, que se trata de nada filma Luz silenciosa. Porque es bella estéticamente, es jugada y es loca. Pero si después alguien sale con algo parecido le voy a tratar de hipócrita y de falso. Eso es lo malo de las modas. Si por ejemplo tú empiezas a imitar a Pimpinela yo te diría: ¡tío ya se hizo!

Ahora ha surgido cómo toda una especie de “Boom” de esa clase de cine en Latinoamérica.
A mí no me gusta mucho el nuevo cine latinoamericano, creo que están abusando de eso. Esa clase de cine tiene que morir rápido. Lo bueno es que en América Latina está llena de posibles autores. No me interesa un cine continental, me interesan voces que surgen de un sitio pero que no les interesa hacerse cargo de ese sitio.
Publicado en La Gaceta dominical del periódico El Pais.